Intro

CONVERSACIONES SOBRE POLÍTICA ECONOMICA EN LA QUE LOS ELEMENTOS DE ESTA CIENCIA SON EXPLICADOS CON CLARIDAD.

SEXTA EDICIÓN REVISADA Y AGRANDADA (London: Longman, Rees, Orme, Brown, and Green, 1827).

AUTOR: Jane Haldimand Marcet



De este libro existen muchas fuentes en internet, entre ellas las siguientes: tres: Internet Archive, Hathi Trust Digital Library y The Online Books Page,  También se puede encontrar en Google.books tipeando Jane Haldimand Marcet Conversations on Political Economy. Esta última es la que estoy utilizando porque corresponde a la séptima edición y fue impresa en 1839.

Este libro de la autora fue uno de los primeros intentos en la historia de las publicaciones económicas en popularizar las ideas del libre mercado para la gente trabajadora ordinaria. Apareció por primera vez en 1816, fue agrandada y reimpresa en 1827 y fueron publicadas seis ediciones (lo que da una idea de su poopularidad). Pero con el devenir de los años fue cayendo en el olvido.

Licencia de Creative Commons

Este texto en inglés es de dominio público en todos los países, y esta traducción está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported. Esto significa que estas obligado a reconocer el autor de esta traducción al español, es decir, a mi, Ramón Ignacio Felipe Marcet. No puedes hacer obras derivadas ni sacar provecho económico de esta traducción.

jueves, 7 de abril de 2016

Conversación IV

SOBRE LA PROPIEDAD (Continuación)

EFECTOS DE LA INSEGURIDAD SOBRE LA PROPIEDAD - EJEMPLOS DE LOS VIAJES DE VOLNEY - OBJECIONES CONTRA LA CIVILIZACIÓN - ESTADO DE LA BÉTICA, DE TELÉMACO - OBJECIONES A LA COMUNIDAD DE BIENES - ESTABLECIMIENTO DE LOS JESUITAS EN EL PARAGUAY - LOS MORAVIOS - EL ESTADO DE SUIZA -LAS VENTAJAS RESULTANTES DE LA SEGURIDAD SOBRE LA PROPIEDAD.


Señora B: — Ahora que hemos rastreado el crecimineto y el progreso de la civilización para la seguridad de la propiedad, veamos si lo contrario, esto es, la inseguridad de la propiedad en un país civilizado no degradará el estado del hombre y no le hará volver atrás sus pasos hasta el estado del barbarismo.

Carolina: — ¿Hay ejemplos de un pueblo civilizado que haya vuelto al estado salvaje? No recuerdo haber oido hablar de semejante cambio?

Señora B: — No, porque cuando la propiedad ha sido instituida, las ventajas que produce son tales que nunca ha sido totalmente abolida. Pero en los países en los que la tiranía del gobierno la hace muy insegura, la gente necesariamente degenera en un estado de barbarismo. Ya hemos hablado del miserable cambio de la que una vez fue la rica ciudad de Tiro, Egipto, que fue el lugar original de las artes y las ciencias, y que ahora está sumida en la más abyecta degradación. Y si lees los pasajes que hemarcado para tí en los viajes de Volney, encontrarás que la verdad de esta observación está muy fuertemente delineada. pg. 53.
 
Página 58

EN CONSTRUCCIÓN

lunes, 7 de marzo de 2016

Conversación III




DE LA PROPIEDAD

EL TRABAJO ES EL ORÍGEN DE LA RIQUEZA - LA INSTITUCIÓN LEGAL DE LA PROPIEDAD - DE LA PROPIEDAD DE LA TIERRA - LA SEGURIDAD DEL RESULTADO DE LA PROPIEDAD - RESPUESTAS A LAS OBJECIONES DE LA PROPIEDAD DE LA TIERRA - ORÍGEN DE LAS NACIONES EN LA VIDA SALVAJE O PASTORAL - SU PROGRESO EN LA AGRICULTURA - CULTIVO DE LOS CEREALES - RECAPITULACIÓN

Carolina: — Bien, mi querida señora B., desde que me reconciliastes con la riqueza, y convencido de que el pobre puede obtener una oportunidad solo cuando la nación es rica. Espero impacientemente el momento de aprender  cuales son los principales medios de obtenerla.

Señora B: — No me dejes todo para mí, Carolina. Te he comentado que no estás aquí sin algunas nociones generales de economía política, aunque están desordenadas en tu mente. Por lo tanto, [juntas haremos] el esfuerzo de desenmarañar el ovillo enredado y para que descubras por ti misma las causas de la producción de la riqueza de una nación.

Carolina: — Déjame ver: el oro y la plata se extraen de las minas, pero sé que él solo no constituye la riqueza: las casas son construidas por los hombres, los granos y los productos de la tierra vienen de la agricultura y, las manufacturas son producidas por la industria. Por lo tanto, me parece que toda la tierra procede del trabajo.

Señora B: — Es muy cierto que el trabajo es el requisito más esencial de creación de la riqueza, y aún así no necesariamente asegura la producción. El trabajo del salvaje que no posee riqueza alguna es incluso más severo que el del labrador, cuyos surcos se abarrotan de riquezas. Las excursiones largas y peligrosas de los salvajes en busca de presas, las dificultades que deben afrontar en cada proceso de su industria, la construcción del más simple habitáculo, la fabricación de los implemento más rudos, todo contribuye a aumentar su esfuerzo. El trabajo es la suerte del hombre. Bien sea en un país salvaje o civilizado, estamos destinado a ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente. ¿Pero como es posible que en un caso el trabajo produzca mucha riqueza mientras que en el otro apenas permite las cosas necesarias de la vida?

Carolina: — La destreza y el ardor del salvaje son absorbidos en la caza, y cuando es obligado a emprender algo de industria doméstica, como la construcción de una choza o la fabricación de armas, ni trabaja con la actividad o el celo, ni con la perseverancia firme del hombre en la sociedad civilizada. Como sabes, los salvajes son proverbialmente famosos por su vagancia.

Señora B: — Necesitan encontrar estímulos para elevarlos desde su holgazanería, motivos para estimular su industria y habituarlos al trabajo regular. El hombre está dispuesto naturalmente a la indolencia. Todos los logros requieren esfuerzos, y estos no se realizan sin el adecuado estímulo. La actividad que realizamos en la vida civilizada es el efecto de la educación, y es el resultado del deseo fuerte y general de compartir no sólo las cosas necesarias de la vida, sino también de las cosas que nos rodean y nos proporcionan confort y placer. Pero la ignorancia del salvaje imposibilita todos sus deseos que no conducen a la satisfacción inmediata de sus necesidades: no tiene posesiones que tienten su ambición, ni placeres que anima sus deseos. No hay otra cosa que anime los fuertes impulsos de sus necesidades para conseguir de él un mayor esfuerzo, nada menos que el fuerte impulso de las necesidades que es lo que le lleva a esforzarse. Y una vez satisfecha su hambre, se echa a descansar sin preocuparse por el futuro.

[Este libro, conforme lo voy leyendo y traduciendo, me va siorprendiendo cada vez más. El tema de los estímulos se estudia cada vez más en economía, y en parte había sido dejado de lado durante décadas. Cada vez se hacen "experimentos" sobre este tipo de cosas. Paul Krugman, en su libro de introducción a la economía, habla de un experimento que se hizo en EE UU de pagar a los alumnos de escuelas de secundaria para que estudiaran, con resultados desiguales].

Carolina: — Pero si los deseos de los salajes son tan pocos y tan facilmente satisfechos, ¿no será su estado más feliz que las clases trabajadoras en los países civilizados, que desean mucho y obtiene tan poco?

Señora B: — La brutal apatía, que es el resultado de la gran ignorancia, apenas puede merecer el nombre de satisfacción, y es totalmente indigno del nombre de felicidad. Goldsmith, en su poema El Viajero, observa con justicia y con belleza, que:


"Cada necesidad que stimula el pecho,
se convierten en una fuente de placer cuando es compensada".

Además, solo se da ocasionalmente que un salvaje puede estar satisfecho en su estado de torpe indiferencia. Si consultas cualquier relato de viajes en un país salvaje, te quedarás satisfecha que nuestro campesinado disfrute de un estado de riqueza, incluso de lujo.

Pero supongamos que una persona civilizada vaya a vivir entre los salvajes, y tenga éxito en enseñarles algunas artes de la vida, que los instruya en cómo construir sus chozas, cómo guardar una provisión de víveres para el invierno o como mejorar la construcción de arcos y flechas. ¿Cuales serían las consecuencias?

[Obviamente, en aquella época se pensaba que los llamados salvajes eran ignorantes. No me imagino a un inglés de la época enseñando a un apache a construir un arco. Seguramente se llevaría una gran sorpresa].

Carolina: —Una podría esperar que el disfrute derivado de estas mejoras les llevaría a adoptar estas mejoras e introducir el espíritu general de la industria.

Señora B: — No sería ello más probable que los salvajes holgazanes, bien por la fuerza o mediante el engaño, se dejaran arrancar sus posesiones, que derribaran las cabañas que han construido con tanto trabajo o que robaran las provisiones que tanto trabajo les ha costado almacenar, o que un tercero se apuntara con sus flechas a su propio pecho? Entonces hay un punto final a todas las mejoras. ¿Quién trabajará para procurarse tales posesiones precarias, que le exponen al peligro en vez de procurarles placer?

Carolina: — Pero se podrían prever estas maldades si las leyes estuvieran hechas para la protección de la propiedad.

Señora B: — Cierto, pero el derecho de la propiedad debe ser establecido antes de que pueda ser protegido. La naturaleza ha dado a la humanidad todas las cosas en común, así que la propiedad es una institución humana. Ésta aparece en las primeras etapas de la sociedad, pero hasta que no es establecida por ley, ningún hombre tiene derecho a denominar una cosa como suya.

Carolina: — ¿Ni siquiera el gamo que ha cazado, la choza que ha construido o las herramientas y armas que ha fabricado? Estos objetos pueden haberle sido arrebatados por la fuerza, pero aquel que se los arrebata no obtiene el derecho sobre ellos.

Señora B: — Cuando un hombre ha producido cualquier cosa mediante su trabajo, sin lugar a dudas tiene el derecho a reclamarla para sí mismo, es decir, a separarla del fondo común de la naturaleza y apropiarsela para su propio uso, pero ese derecho depende totalmente de la ley de la tierra.

Por ejemplo, en el caso de la propiedad de la tierra, es la ley la qué decreta que una porción de terreno pertenece a Tomás, que esta otra porción pertenece a Juan, y una tercera a James; que esos hombres tendrán un derecho exclusivo a la poesión de la tierra y de sus productos; que ellos deben cuidarla, conservarla, venderla o cambiarla; donarla durante sus vidas o darla en herencia. Y como esta es la ley, debe ser respetada y se debe castigar a aquellos que la transgreden. El derecho a la propiedad no es establecido hasta que estas leyes las protegen.

Carolina: — ¡Me dejas asombrada! Pensaba que el derecho a la propiedad ha existido siempre. No tenía ni idea de que es una institución legal, pero imaginaba que se originó en los primeros momentos del mundo. Leemos que en los tiempos de los antiguos patriarcas, cuando las familias se volvían demasiado numerosas, se separaban. y que el grupo que se iban y se asentaban en un lugar diferente con sus ganados, ocupaba la nueva tierra sin ser molestados. No había nadie que disputaba su derecho a hacerlo. Y después de su muerte, los hijos cultivaban la tierra de sus padres.

Si encontráramos una colonia en una isla desierta (¿?), cualquier hombre cultivaría tanta tierra como quisiera para su propio uso, y cada uno tendría el mismo interés en la preservación de sus posesiones, y entonces la propiedad se establecería mediante un acuerdo general, sin ninguna institución legal.


Señora B: — Este acuerdo general es un tipo de ley, de un tipo muy imperfecto, es cierto, el cual quizás fue fundado basándose en las fuerzas relativas de los individuos. Si un hombre trata de llevarse el ganado o los frutos de otra persona, el último opondrá la fuerza contra la fuerza. Si es más fuerte o está mejor armado, o lo mata o lo expulsa; si es más débil, será despojado o llama  a sus vecinos para que le socorran, lo cual demuestra que ante el peligro en común, se unen para vengarse de su agresor.

Muchos incidentes de esta tenor debieron haber incurrido antes de que se instituyeran las leyes regulares. O lo que es lo mismo, antes de que fuera establecida alguna autoridad pública, la cual protegería a los individuos contra mquienes les atacan, y castiga a los infractores. Sólo entonces un hombre puede decir: "Esta es mi tierra y esta es mi casa. esta semilla que siembro en la tierra traerá una abundante cosecha para mi y mi familia. Estos árboles que hoy planto me darán cada año una cosecha que sólo yo tendré derecho a recoger."


Carolina: — Ahora comprendo perfectamente que la ventaja de estas leyes es la seguridad. Antes de que se promulgaran las leyes, el fuerte podría obtener lo que quisiera del débil. Y los hombres viejos, los niños y las mujeres carecían de medios de defensa, por lo que estaban expuestos a la violencia y a la rapiña. Los vagos e imprevisores, cuando necesitan sobrevivir, se convierten en los enemigos naturales de los laboriosos y los industriosos. Así que sin las leyes, los hombres que han trabajado duro serán las víctimas más propicias de aquellos que no han hecho nada. En otras palabras, estas avispas devorarán la miel de las abejas.

Señora B: — Si, es cierto, la seguridad es el punto principal. Es la seguridad la que estimula la industria y hace el trabajo productivo. Cada paso hacia la seguridad es un paso hacia la civilización, hacia la riqueza y la felicidad general.


Carolina: — Todo eso es cierto. Aún así, tengo una objeción a la institución de la propiedad que me parece de considerable importancia. Antes de que la tierra se convirtiera en propiedad privada, la tierra, como sabes, era una posesión en común de toda la humanidad [Ver Comunismo primitivo]. Todos tenían el mismo derecho a reclamarla. Pero la ley que instituyó la propiedad privada de la tierra la saca de la humanidad en su conjunto para dársela a unos pocos individuos. Por ello, para hacer a algunos hombres ricos, hace a otros pobres. ¿Qué derecho tiene la ley de enriquecer a unos para empobrecer a otros? La ley debe ser justa antes que generosa.

Sin embago, esta objeción no se extiende a ninguna ptra propiedad distinta de la tierra. Nada es más justo que los hombres puedan disfrutar de los frutos de su trabajo, que poseer las casas que ellos mismos construyen, los bienes que han fabricado. Pero me parece que la tierra no puede convertirse en propiedad privada sin dañar a otros, que por lo tanto son privados de su derecho natural a ella.


Señora B: — ¿Asegurarías a todos la posesión de la riqueza que pueda adquirir, pero rechazarías la propiedad de los medios de producirla? ¿Le darías a alguien la propiedad de su casa pero le quitarías el derecho al suelo sobre la que está edificada? ¿Protegerías su derecho a su cosecha pero no le permitirías el derecho a la propiedad de la tierra en la que crece?


Carolina: — Debo confesar que has colocado mi objeción en un punto de vista ridículo, pero esto no es suficiente, señora B; tienes que mostrarme en donde está el error antes de que consienta en renunciar al mismo. Si para promocionar la industria es necesario que la tierra se convierta en propiedad privada, la justicia requiere que sea repartida equitativamente entre todos los que tienen el derecho natural a reclamarla.

Señora B: — En los países recientemente ocupados, la tierra se entrega a quienes la reclaman. Solo en los casos de conquista la tierra ha sido repartida arbitrariamente entre los conqistados. Éste fue el caso de Europa cuando fue conquistada por los bárbaros del norte, quienes, por su división de la tierra, sirvió la fundación del sistema feudal.

Pero cualesquiera que hayan sido las causas de la división de las tierras, e independientemente de que hayan sido repartidas equitativamente o no al principio, es imposible impedir que la inequidad crezca después.

Carolina: — Ya he leído sobre las leyes que han sido instituidas en varios países para preservar esta igualdad, y en algunas instancias con éxito considerable. En Roma se hicieron frecuentes intentos con este fin. Y los espartanos, durante muchos años, preservaron rigurosamente la división igualitaria de la propiedad de la tierra.

Señora B: — ¿Y cuales fueron las consecuencias de estos intentos? En Roma, los intentos de evitar la desigualdad de la propiedad de la tierra  fueron inútiles. En Esparta produjeron una población de guerreros, quienes tiranizaron con crueldad una población de esclavos y que no poseían ninguna virtud más allá de la gloria militar.

Tanto los vicios como las virtudes de la humanidad tienden a destruir esta igualdad: los laboriosos, los inteligentes y los diestros producirán muchas y buenas cosechas. Así pues, la naturaleza recompensa los grandes esfuerzos. Al contrario, las posesiones de los ociosos, los que no tienen cuidado y los ignorantes degenerarán gradualmente. La naturaleza añade esta pena a sus negligencias. ¿Debemos entonces actuar en sentido contrario a los designios de la Providencia dando a los vagos la recompensa de la laboriosidad de los otros, y hacer que los industriosos soporten el castigo que les corresponde a los ociosos?

[La Providencia, así escrita en mayúscula inicial, se refiere obviamente a Dios. Cuando habla de la naturaleza, con minúscula inicial, casi seguro que sigue hablando de Dios].

Carolina: — Aún así, la pobreza tiene su origen con frecuencia en la enfermedad y la desgracia, que convierte a los hombres en incapaces para el trabajo. Y bajo estas circunstancias, es difícil sufrir las penas que la vagancia conllevan.

Señora B: — Es cierto, pero también debes considerar la desigualdad de la condición, y las vicisitudes de la vida humana que conlleva el ejercicio de casi todas las virtudes: la paciencia, la resignación, la fortaleza de pate de los afligidos. La benevolencia, la compasión, la compasión, la generosidad, la caridad, por parte de los más prósperos de la comunidad, que son los sentimientos que purifican y refinan el disfrute de la riqueza, y que están entre las gratificaciones más elevadas.

La naturaleza, por propósitos sabios, ha dispensado sus bendiciones en varios grados de beneficiencia. En algunos casos ella los otorga con una profusión sin límites e inagotable. Es por ello que la naturaleza nos ha dado la luz y el aire, que todos poseen y disfrutan por igual. Nadie pensó en convertir estos elementos en una propiedad privada; y si la comida fuera obtenida con la misma facilidad con que respiramos, nadie habría concebido la idea de separarla del fondo común y convertirla en propiedad privada.

Carolina: — ¡Qué delicioso sería! ¡No sería necesario trabajar más y la humanidad se transformaría en una raza de filósofos contemplativos, cuya única ocupación sería el estudio y la admiración de los trabajos de la naturaleza!

Señora B: — Es peliroso confiar en tu juicio cuando te conduce a conclusiones tan diferentes del curso establecido de la naturaleza. Siempre debemos tener en cuenta que las disposiciones de la naturaleza son siempre sabias y buenas, y, aunque no siempre está en nuestras manos entender sus efectos beneficiosos, en el momento presente nos paracen suficientemente obvios. Yo, por el contrario, me inclino a pensar que la humanidad, al carecer de la necesidad de ganarse su sustento, lejos de convertirse en filósofos, se hubiera convertido en una masa de salvajes indolentes, apenas por encima de la criatura más bruta. ¿Qué motivo tendría para hacer un esfuerzo, que incentivos para despertar sus facultades y crecer desde la apatía y la indolencia tan naturales al hombre? La necesidad de regular la industria para asegurar la subsistencia parece que es el primer paso hacia el desarrollo, tanto físico como mental. Pero hemos observado que los hombres no serán inducidos a cultivar la tierra en tanto la posean en común, mientras los vagos puedan recoger la cosecha sembrada por las manos de los laboriosos. La propiedad de la tierra es, por lo tanto, el paso preliminar para cultivar la tierra, y ya hemos visto que dicho cultivo no podría darse donde la tierra está ilimitada en extensión. Reflejemos que cuando la naturaleza confiere sus bendiciones sobre nosotros con más abundancia que los demás elementos, fue sin duda de alentar las facultades latentes del hombre, y de ponerlas en acción. Esto fue así para elevar al hombre desde el estado de la naturaleza animal, en el cual es asimilado a las bestias que perecen, y urgirle a través de un curso de mejoras durante el cual se mejoran las ideas. El caracter es desarrollado por la razón, la mente reforzada por los juicios, castigada por la adversidad, elevada por la piedad, ablandada por el cariño, agrandada por la ciencia, refinada por la literatura y llevada a tal estado en él que somos capaces de discernir las trazas de estar destinados a la inmortalidad.


Carolina: — Estoy contenta que hayamos llegado a la misma conclusión satisfactoria, la felicidad de nuestro compatriotas pero por un camino más seguro que el que ha vagado mi imaginación. Allí permanece sin ninguna duda racional en mi mente sobre las ventajas resultantes de la división de la tierra, la acumulación de la propiedad de la tierra, y estoy dispuesta a compartir con mis allegados que has asignado a los más industriosos la mejor parte de la humanidad. Ya estoy viendo que poco después de la división de la tierra, esta se convertirá, sin duda, en propiedad de la mayor parte de los propietarios, que su propiedad debe ser asegurada tanto para ellos como para sus herederos, y que en sus manos se convertirá en la tierra más cultivada y que rendirá más.

Señora B: — La institución de la propiedad sobre la tierra aumenta la riqueza, no solo de los propietarios, sino también de las demás clases de los hombres.

La tierra puede ser considerada como el único instrumento mediante el cual se crea la riqueza. Y justo como acabamos de ver, la seguridad de su oposición le da vida y vigor a la industria.

Carolina: — Una institución que es de tan general utilidad no puede ser considerada como injusta.

Señora B: — Ciertamente no. La justicia de todas las leyes debería ser probada mediante el test de la utilidad general. No hay nada que no imponga alguna restricción a la libertad natural del hombre. Pero sin el control de las leyes, hemos visto que ni las vidas ni la propiedad, la reputación, ni siquiera la libertad de los hombres están seguras. Por lo tanto sacrificamos alguna porción de nuestra libertad a la ley, y a cambio, ella nos asegura que recibiremos cualquier bendición que la seguridad nos puede dar. Blackstone, en sus comentarios, dice: "cualquier hombre, cuando entran en sociedad, y en consideración de recibir las ventajas del comercio mutuo, se obliga a sí mismo a ajustarse a las leyes que la comunidad ha considerado adecuado establecer. Para ningún hombre que considere por un momento dedicarse a hacer lo que le plazca, obtendrá la consecuencia de que cualquier otro hombre tiene el mismo poder, y los individuos no tendrían ninguna seguridad ni ninguno de los placeres de la vida."

Carolina: — Señora B, has acabado con todos mis escrúpulos respecto a la institución de la propiedad de la tierra; por lo tanto, volvamos ahora al progreso de la riqueza y la civilización.


Señora B: — No debemos ir tan rápido. Los pasos que se dieron en la historia de la civilización fueron extremadamente lentos, y debemos aprender a ver el desarrollo del intelecto humano y el progreso de la industria humana en grados sucesivos y casi insensibles.

[... "ver el desarrollo del intelecto humano ... en grados sucesivos y casi insensibles" suena a la Teoría de la evolución de Darwin].

Las naciones civilizadas generalmente se originan por el asentamiento de una colonia; muy rara vez nacen de un estado salvaje. En este estado encontraron a los indios en el descubrimiento de América. Eran meros cazadores. Y mientras los hombres contemplan ante ellos un espacio ilimitado, en él que deambular de un lado para el otro sin obstáculos ni control, es difícil concebir las circunstancias que podrían conducirles a adoptar un modo de vida sedentario y dedicarse a la labranza.

En las naciones repletas de grandes llanuras, el modo de vida pastoral prevalece. Pero para este propósito, se debe haber establecido la propiedad del ganado, aunque la tierra fuera poseida en común. Este era el caso de los antiguos escitas, que habitaban las grandes planicies de Tartaria, con los modernos tártaros y árabes. Estas tribus, que hasta el presente andan errabundas, que viven en tiendas y viajan con sus ganados y rebaños en busca de capturas.

La indolencia para la cual los hombres están dispuestos es necesariamente un gran obstáculo a la introducción de la agricultura. Ello requiere un considerable grado de previsión y conocimiento, y una confianza firme en la seguridad de la propiedad y del trabajo con el propósito de cosechar los frutos del trabajo propio. Suponemos que la agricultura es un paso adelante de la vida pastoral, que una tribu de pastores quizás se hayan encontrado con tribus enemigas en su deambular, y que el temor de perder su ganado les llevan a asentarse. Probablemente hayan elegido un lugar fácil de defender de los ataques de las bestias salvajes y de las incursiones de las tribus vecinas belicosas. Los cecrops acamparon en la roca alrededor de la cual se había funadado la ciudadela de Atenas y llamron a construir una ciudad. O quizás hayan sido tentados por un campo de frutas cercano bajo la protección de un gobierno vecino. Volney, en su narración de las tribus errantes de Siria, dice: "Tan pronto como encuentran paz y seguridad y la posibilidad de procurase suficientes provisiones en un distrito cualquiera, se asienta allí y adoptan una vida sedentaria y el arte de la agricultura." Estas artes han de ser conseguidas lentamente, pues deben aprender que las plantas nutritivas deben ser propagadas, que las semillas deben ser reproducidas anualmente y que la gran variedad de animales deben ser domesticados y amaestrados. Esto les proporcionará un fondo de subsistencia, sus hijos estarán mejor alimentados, sus familias aumentarán y los ancianos y niños serán protegidos.

Pero estos pueblos solo están familiarizados con los primeros elementos de la agricultura. ¿Cuantas afortunadas posibilidades deben haber ocurrido antes de alcanzar la importante era del cultivo de los cereales! Los cereales salvajes no pueden encontrrse en ningún lado. Los griegos imaginaron que una divinidad descendió sobre la tierra, la introducía en ella, e instruirles en el cultivo de esta valiosa planta. Atenas, Creta, Sicilia, todas estas tierras reclaman el crédito de ser el lugar original donde se cultivó por primera vez. Pero independientemente del pueblo que acredite tan importante descubrimiento, el beneficio hecho a la riqueza de la humanidad nunca ha sido tan grande. Tan débil como parece, esta planta puede resistir el calor del verano y el frío del invierno. Florece en casi todos los climas y se adapta con facilidad no solo como comida del hombre, sino también como alimento de una gran variedad de animales domésticos y da por fermentación una bebida saludable y placentera. El grano se puede guardar durante muchos años y se convierte en un medio de subsistencia que se puede guardar para los años menos productivos.

Pero el cultivo de esta valiosa planta no puede ser emprendido sin considerables fondos, un lugar fijo de residencia, implementos agrícolas*, animales domésticos. En una palabra, establecimientos que no podían ser creados ni mantenidos sin la institución de la propiedad. Los salvajes no tienen cereales ni animales domésticos, y ni cultivan la tierra. Consumen y destrozan cualquier cosa sin ni siquiera considerar la reproducción. ¡Y que diferentes son los resultados! Ahora vemos millones de hombres y animales habitan un país tan extenso que apenas tienen los suficiente para el mantenimiento de dos o trescientos salvajes.

[* Al principio habían construcciones muy rudas e imperfectas. En algunas partes de la India, el arado de un indio, incluso en el presente, está formado por un palo torcido que apenas le dan forma, a menudo manejado por su esposa. El uso de animales domésticos en la agricultura es otro paso hacia la civilización, pero ningún establecimiento agrícola no podía ser creado o mantenido sin la institución de la propiedad].

Carolina: — Descasemos un rato, mi querida señora B. Estoy casi desconcertada con el número y la variedad de sus ideas que has presentado en mi mente. Me asombra que esas cosas no se me hayan ocurrido antes. Pero estoy tan acostumbrada a ver el mundo en esta forma tan mejorado, que mi atención nunca ha sido llevada a los numerosos obstáculos y dificultades que han debido encontrar, y los pasos trabajosos y progresivos que se deben tomar antes de que la sociedad haya podido obtener su estado actual de perfección.

[Esta conversación recoge los tópicos que los británicos del siglo XIX tenían sobre el mundo desde sus enormes perjuicios. Cuando en las islas británicas ni siquiera había llegado los celtas antes de la creación del imperio romano, los primeros invasores de dichas islas, en la India se había desarrollado una civilización muy antigua y desarrollada. La anécdota del arado tirado por la esposa tan solo refleja la pobreza de gran parte de la india, donde muchos agricultores no disponían de la suficiente tierra como para mantener a una vaca, el animal de tiro por excelencia de la India].

Señora B: — ¡La perfección! No hace mucho estabas quejándote lamentablemente del actual estado de la sociedad. No puedo estar de acuerdo contigo en todo, aunque yo pienso que aún estamos lejos de la perfección. Pero continuemos trazando el progreso de la riqueza y la civilización hasta la actualidad antes de que empecemos cualquier falta en las instituciones existentes.


Carolina: —Creo que ahora tenemos una idea muy clara de las consecuencias importantes que resulta del establecimiento de la propiedad. Esto pone un punto final a la vida errante de los pueblos bárbaros, induce a los hombres a asentarse en un lugar, y os acostumbra al trabajo regular; les da prudencia y previsión. Les enseña a los dos a embellecer la cara de la tierra mediante el cultivo, a multiplicar las poblaciones de animales útiles y las plantas nutritivas; y les permite aumentar el stock de la subsistencia, así como transformar un país que tan solo contiene apenas unas pocos chozas y una muy escasa población en país grande y rico.


FIN

domingo, 7 de febrero de 2016

Conversación II



INTRODUCCIÓN (Continuación)

DEFINICIÓN DE LA ECONOMÍA POLÍTICA - ASCENSO Y PROGRESO DE LA SOCIEDAD - LA CONEXIÓN ENTRE LA ECONOMÍA POLÍTICA Y LA MORAL - DEFINICIÓN DE RIQUEZA

Carolina: — Desde ayer he estado pensando mucho sobre la economía política, mi querida señora B., pero me temo que no he conseguido mi propósito: no he podido avanzar mucho más allá de descubrir una gran confusión de ideas en mi mente sobre el tema. Esta ciencia parece abarcarlo todo y estoy perdida al tratar de aprender qué es. ¿No puedes darme una pequeña explicación, de forma que pueda tener unas ideas claras con las que empezar?

Señora B: — Una vez escuché a una señora preguntar a un filósofo para que le explicara en pocas palabras que se entiende por economía política. "Señora", le respondió él, "entiendes que significa la economías del hogar, de modo que solo necesitas extender tu idea de la economía familiar a la economía entera de un pueblo, o una nación, y tendrás una idea de la naturaleza de la economía política.

[Ésta es una falacia de la composición (ver wikipedia). En economía hay varias falacias de la composición, como por ejemplo, una familia no puede emitir dinero pero el estado sí, lo cual es una diferencia enorme; otra: si en una familia disminuyen los ingresos, debe disminuir el gasto, pero el estado, según la situación económica, puede devaluar la moneda nacional para conseguir mayor competitividad, aumentar las exportaciones y, por ende, los ingresos del país y los ingresos del estado vía impuestos (sin necesidad de reducir el gasto). El Estado también puede compensar la disminución del gasto privado aumentando el suyo. El Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, en su libro "Economía" lo denomina "El todo es mayor que la suma de sus partes"].


Carolina: — Considerando que él estaba limitado a unas pocas palabras, ¿piensas que salió del compromiso muy bien? Pero como yo tengo una poco más paciencia que esa señora, espero que me complazcas con una explicación más detallada de esta ciencia universal.


Señora B: — La economía política trata de la naturaleza, la producción y la distribución de la riqueza [*]; nos enseña las causas que estimulan o previene de su aumento, y su influencia en la felicidad o miseria de la sociedad.

[* Esta definición de la creación y distribución de las riquezas entre las clases sociales está muy vigente hoy en día. Véase el primer capítulo de cualquier manual de economía].


En un país de salvajes, encontrarás un pequeño número de habitantes diseminados en una extensión muy grande de tierra. Al depender su precaria subsistencia de la pesca y de la caza, esos pueblos están sujetos a frecuentes carestías y hambrunas, por lo que muchos de ellos perecen. Crian pocos hijos porque no tienen bastante para mantenerlos en los primeros años; los viejos y los débiles son expuestos a la muerte más bien por motivos de humanidad que por crueldad; para la vida de cazador se requiere una gran extensión de tierras, así como viajes largos y peligrosos en busca de comida, así que son incapaces de seguir a los jóvenes y robustos, y morirían de hambre o se convertirían en presas de las bestias salvajes.

Si estos salvajes se dedican sólo al pastoreo, sus medios de subsistencia son llevados a los límites más extremos, donde sólo es necesario proporcionarle comida fresca al ganado. Sus ganados les aseguran una subsistencia más fácil y sus familias empiezan a aumentar. Estos pueblos pierden gran parte de su ferocidad y su caracter mejora mucho.

Cuando el arte de la labranza fue descubierta, una pequeña porción de tierra es capaz de alimentar a un número mayor de personas; ya no había necesidad de ir vagando buscando comida; las familias comenzaron a establecerse en lugares fijos y las artes de la vida social son introducidas y cultivadas.

En el estado salvaje, apenas se establece ninguna forma de gobierno; la gente perece que no están bajo ningún control salvo por sus jefes militares en tiempos de guerra.

La posesión de ganados y rebaños en el estado pastoril introduce la propiedad; entonces las leyes se convierten en necesarias por su seguridad. Por ello los más viejos y los líderes de esas tribus errantes empiezan a establecer leyes, lo que significa que violar alguna de ellas se convierte en un crimen merecedor de castigo. Éste es el orígen del orden social. Y cuando en el orígen del tercer estado la gente se asentó en lugares fijos, las leyes tomaron la forma más regular de un gobierno monárquico o republicano. Todas las cosas toman ahora un nuevo aspecto: la industria florece, se inventan las artes, se descubre el uso de los metales. El trabajo es dividido, cada uno se aplica a un tipo de trabajo particular y distinto en él que cada uno destaca (*). Entonces, gradualmente, estos salvajes, cuyo orígen era tan rudo, se convirtieron en gente civilizada, que viven en un país muy civilizado con carreteras buenas, creando ciudades populosas y ricas, y llevando a buen término un comercio muy intenso, tanto interior como con otros países.

[(*) La división del trabajo es explicada muy bien en el primer capítulo de La riqueza de las Naciones, de Adam Smith. Por otra parte la autora justifica las leyes como método de protección de la propiedad privada].

Carolina: — Este ha sido un esquema muy bueno de la historia del crecimiento y progreso de la civilización, pero me gustaría saber mucho más sobre el tema.

Señora B: — El temario que encontrarás en lo sucesivo está bastante desarrollado. El objetivo de la economía política es estudiar las causas de la cooperación social que enriquecen y civilizan a una nación. Por lo tanto esta ciencia está fundamentalmente basada en la historia  no en la historia de los soberanos, las guerras y las intrigas, sino la historia de las artes, del comercio, de los descubrimientos y de la civilización (*). Vemos que algunos países como América aumentan rápidamente su riqueza y prosperidad, mientras otros, como Egipto y Siria, se está empobreciendo, despoblando y sumiéndose en el decaimiento. Cuando las causas que produce estos efectos tan distintos son bien entendidas, uno se puede formar alguna opinión sobre todas las medidas que los gobiernos han adoptado para contribuir a la riqueza de su pueblo, si tal o tal otra rama del comercio debería ser alentada en preferencia sobre otras, si debería ser apropiado prohibir tal o cual clase de mercadería, si se debe dar algún tipo especial de aliento a la agricultura, si sería correcto establecer por ley el precio de los alimentos o el precio del trabajo, o si estos deberían ser dejados a su aire sin control y así sucesivamente.

[(*) Adam Smith utilizó una mezcla de los métodos inductivo y deductivo, pero el principal economista británico clásico después de Adam Smith fue David Ricardo, que utilizó el método deductivo, pero medio siglo después nació en Alemania la Escuela Histórica Alemana, que utilizaba el método inductivo o histórico].

Por lo tanto, tal como puedes ver, dicha economía política consiste en dos partes. La ciencia comprende un conocimiento de los hechos que hemos enumerado: esta ciencia está relacionada muy particularmente con la legislación, y consiste en hacer lo que sea necesario para conseguir el aumento de la riqueza nacional y evitar todo lo que la perjudique. Los errores en la teoría conducen a errores en la práctica. Cuando entremos en detalles, tendremos la oportunidad de ver como los gobiernos, llevados por falsas ideas sobre la economía política, a menudo han detenido el progreso natural de la riqueza cuando estaba en su mano acelerarlo.

Carolina: — Pero desde que el mundo era originalmente rudo y salvaje, y ya que hemos llegado al estado de la civilización en él que nos encontramos ahora, los errores de los gobiernos no pueden haber sido muy perjudiciales.

Señora B: — Las causas naturales que tienden a desarrollar la riqueza y prosperidad de las naciones son más poderosas que los fallos de la administración cuando estos operan en la dirección contraria. Pero sin embargo, no es menos cierto que esos errores producen una gran cantidad de daños. Que ellos refrenan la industria y retardan el progreso de las mejoras. Bajo malos gobiernos, algunas clases de personas se ven favorecidas, y otras desanimadas y oprimidas; entonces la prosperidad es desigualmente compartida, y las riquezas distribuidas injustamente. Pareces muy seria, Carolina. ¿Estás empezando a cansarte de este tema?

Carolina: — No, creo que te he entendido, pero antes de continuar, debes permitirme mencionar una objeción que debo confesar, me aflige. Si bien está bien fundada, voy a estar en desacuerdo con las máximas de la economía política, y no va a tener ningún interés para mí. Descubro que estás constantemente hablando de la riqueza, de las causas de las que la producen, de los medios para aumentarla. Parece que el principal propósito de la economía política es ser rico, ser muy rico, más rico. La religión y la moralidad nos enseñan que debemos moderar la sed de ganancias y que el amor desmesurado a la riqueza es la fuente de todos los males. Más aún, es muy evidente que las personas más ricas no son siempre las más felices. Ahora bien, si la riqueza no conduce a la felicidad de los individuos, ¿cómo puede serlo para las naciones? La gente pobre pero virtuosa es seguramente más feliz que la más viciosa. ¿Acaso no vemos ejemplos muy claros de esto en la historia? Nos enseñaron a admirar a las repúblicas griegas que menospreciaron la pompa y el lujo de la riqueza. Y ahora vienen los romanos, que durante la primera parte de su historia eran pobres y virtuosos, pero con el aumento de su riqueza su caracter se depravó, y les hizo convertirse en esclavos. Ahora mismo, me parece que la economía política induce al amor a las riquezas y que es el único propósito a considerar por el gobierno.

[Todos el libro está lleno de tópicos de la época, y los dos últimos párrafos son un buen ejemplo de ello. Que los gobiernos no pueden perjudicar a las naciones que gobiernan es tan falso como una moneda de tres euros, pues civilizaciones enteras han caido y desaparecido sin que sus gobiernos pudieran impedirlo, o fueran la causa de ello. Por ejemplo, el oro y la plata que se trajeron del Nuevo Mundo a España se dilapidaron en la época de Felipe II en las guerras en Flandes y otros dispendios. Por otra parte, poco hay que comentar sobre el tópico que asocia la riqueza con la maldad, y la pobreza con la felicidad. Por último, señalar que los griegos de la época de Platón y Aristóteles quizás eran cultos, pero de ricos no tenían mucho. En aquella época, Egipto producía mucho más que las ciudades-estado griegas].

Señora B: — ¡Este es el ataque más alarmante sobre la política económica que he oido! Cuando lo entiendas mejor te darás cuenta de que tu opinión está infundada. Por el momento, debes confiar en mí, ya que no puedo mostrate los beneficios que conllevan los principios de la economía política sin enseñartelos primero. Pero te puedo asegurar que toda ella está encaminada hacia la felicidad de las naciones y la moralidad más pura. No pretendo negar que la riqueza, como casi todos los bienes producidos por el hombre, es propenso a ser objeto de abuso. Y quizá pueda ser que los griegos y los romanos deban su degradación al mal uso que hicieron de sus riquezas mal obtenidas. Por ello debe observarse que sus riquezas fueron obtenidas mediante la rapiña y el saqueo, y no provinieron del crecimiento natural y gradual de la industria, en cuyo caso ellos hubieran diseminado la felicidad a su alrededor, creando nuevos deseos al la vez que ofreciendo nuevas gratificaciones. Pero la historia nos familiariza más con los soberanos que con la gente. Para formarnos una idea exacta de la moral y las costumbres de un país, también debemos aprovechar la información que nos proporcionan los vajeros, y en sus relatos generalmente encontraremos que las sociedades más pobres de la humanidad son proporcionalmente miserables en su condición, feroces en sus costumbres y viciosos en su moral.

[Acusar a griegos y romanos de obtener sus riquezas de la rapiña y el saqueo es, como mínimo, muy cínico, pues a principios del siglo XIX, cuando la autora escribió el libro, Gran Bretaña estaba creando un imperio basado en saqueos y rapiñas].

Debo admitir que la riqueza no es suficiente para constituir la felicidad de un pueblo. Esto es cierto, pero es una de las causas que conduce a ella. La felicidad social es el resultado de una religión pura, buena moral, un gobierno sabio y una difusión general del conocimiento. Sin estas ventajas no se puede disfrutar de la riqueza. Pero sobre estos motivos apenas podemos tomar acciones accidentalmente. Forman parte de la ciencia de la política en general, y nuestra acción está particularmente dirigida hacia la economía política, que es una rama de la primera, que trata especialmente de los medios de promover la felicidad social en cuanto está relacionada con la adquisición, posesión y uso de los objetos que constituyen la riqueza. ¿Piensas que las clases trabajadoras poseen lo suficiente de estos objetos, y si es que no, no es nuestro deber estudiar como ellos pueden obtener más? Sin aumentar la riqueza general de la comunidad no se puede mejorar el estado de las clases más bajas. Más aún, la riqueza conduce demasiado frecuentemente al crimen. El robo nunca es tan frecuente como en las etapas de pobreza y aflicción. Por lo tanto, un aumento de la riqueza entre las clases más pobres debe ser considerada como tendente a mejorar su moralidad, así como su confort físico. De este modo, en vez de excitar los malos sentimientos, la economía política tiende a moderar todas las ambiciones injustificables, mostrando que es la manera más segura de aumentar la prosperidad nacional es la paz, la seguridad y la justicia. Este celo entre las naciones es tan perjudicial como entre los individuos, que cada uno encuentra sus ventajas en los beneficios recíprocos, y que no es cierto que el crecimiento de la riqueza sea a expensas de los otros y que un sistema liberal de comercio todos se asisten los unos a los otros. La economía política es particularmente perjudicial para los envidiosos, celosos y dañinos para las pasiones malignas. Y si la paz y la moderación alguna vez deberían florecer en el mundo, este milagro debería ser apuntado en el haber de esta ciencia.

Pero mi querida Carolina, sospecho que debe haber un error en tu idea de la riqueza. ¿A qué llamas riquezas?
 
Carolina: —Ser rico es tener un gran ingreso, gastar mucho más que cualquier otra persona.

Señora B: —Tú hablas de la riqueza de los individuos, de la riqueza comparativa. Un hombre rico pertenece a una clase de la sociedad que puede ser pobre en otros aspectos. Pero esa no es la definición que te he preguntado. ¿Qué entiendes por riquezas en general - en qué cosas consiste la riqueza?

Carolina: — Oh, supongo que te refieres al dinero. Debería decir que la riqueza consiste en oro y plata.

Señora B: — Considera como sería la situación de un país que no posetera otra riqueza más que el dinero. ¿Recuerdas en qué valoración tenía Robinson Crusoe su bolsa de oro cuando naufragó en una sla desierta?

Carolina: — Cierto, pero en un isla que no esté desierta el dinero puede servir para comprar lo que desees.

Señora B: — Entonces debería decir que las cosas que estamos deseando procurarnos con dinero, como la tierra, casas, muebles, ropas, comida, etc., constituyen riqpezas, como también el dinero  mediante el cual las obrenemos.

Carolina: — Ciertamente: estos son con claridad las cosas que constituyen la riqueza real, pero a menos que podamos procurarnos las cosas necesarias de la vida con oro y plata, ellas no tendrían más uso que el plomo y el hierro.

Señora B: — Por lo tanto podríamos decir que la riqueza comprende cada artículo de utilidad, conveniencia o lujo. Esto incluye cada objeto de nuestro deseo que puede convertirse en un artículo de comercio, como las propiedades agropecuarias, casas, los productos agrícolas, aquellos que son manufacturados, provisiones, animales domésticos, en una palabra, cualquier cosa que tenga valor y pueda contribuir a la riqueza y al disfrute del hombre.

Carolina: — ¿Por qué deberías confinar tu definición de la riqueza a cosas que pueden convertirse en artículos de comercio?

Señora B: — Porque hay muchos países donde la tierra espontáneamente produce cosas que ni pueden ser consumidas ni vendidas. Y sin embargo, esas cosas valiosas están con nosotros, podemos obtenerlas y no pueden ser, en determinadas circunstancias, consideradas como riqueza. Por ejemplo, los rebaños de animales salvajes que pastan en las ricas llanuras llamadas Pampas, en Sudamérica, están incluidas en esta clase. Muchos de estos territorios extensos están sin habitar y los animales que pastan allí no tienen valor alguno. Partidas de cazadores realizan ocasionalmente incursiones solo por su cuero y grasa, mientras que la carne es, o bien abandonada en el suelo para que se pudra, o es usada como combustible para fundir la grasa y hacer sebo, donde es transportado a lugares donde puede ser vendido y consumido, donde adquiere valor y se convierte en riqueza.

Carolina: — Este puede ser el caso de los países salvajes y sin cultivar, pero en los países civilizados, cualquier terreno sin cultivar el propietario puede convertirla en tierra valiosa.

Señora B: — He oido que hace algunos años el fruto de muchos viñedos franceses no fue cosechado, que el valor de las uvas fue reducido en valor como consecuencia de un decreto prohibiendo la exportación de los vinos franceses, y que el precio de las uvas no compensaba los gastos de la recogida. En Inglaterra, cuando todos los productos coloniales fueron excluidos del continente europeo, se dice que el café fue arrojado al mar, porque no pagaría los costes de ser desembarcado. Por lo tanto, como ves, los efectos de la guerra o de otras circunstancias, quizá durante un tiempo, puede destrozar el valor de las mercancías.

Carolina: —¡Cuanto has extendido ya mi concepción de la riqueza! Y ya puedo darme cuenta de que todas esas ideas estaban flotando confusamente antes en mi mente. Al hablar de la riqueza, no debemos confinar nosotros mismos a la consideración de la riqueza relativa de los individuos, pero extendiendo nuestra visión de lo que constituye la riqueza en general, sin ninguna referencia a la desigualdad de la división.

Señora B: —La confusión crece de la práctica común de considerar las riquezas según la cantidad de dinero, en vez de observar que la riqueza consiste en los bienes que son útiles y agradables a la humanidad, de la cual el oro y la plata son una pporción muy pequeña.


FIN

jueves, 12 de septiembre de 2013

Prefacio

CONVERSACIONES SOBRE POLÍTICA ECONÓMICA EN LA QUE LOS ELEMENTOS DE ESTA CIENCIA SON EXPLICADOS CON CLARIDAD.


AUTOR: Jane Haldimand Marcet




De este libro existen pocas fuentes en internet, en concreto yo he encontrado tres, que son las siguientes: Internet Archive, Hathi Trust Digital Library y The Online Books Pageademás de dos ediciones de Google Books. Una de ellas tiene copyright de 2009, ya que le añadieron una introducción de Evelyn L. Forget. La otra no tiene copyright, es de 1839 y se puede descargar aquí.

Este libro de la autora fue uno de los primeros intentos en la historia de las publicaciones económicas en popularizar las ideas del libre mercado para la gente trabajadora ordinaria. Apareció por primera vez en 1816, fue agrandada y reimpresa en 1827 y fueron publicadas seis ediciones (lo que da una idea de su popularidad). Pero con el paso de los años fue cayendo en el olvido.

Licencia de Creative Commons

Este texto en inglés es de dominio público en todos los países, y esta traducción está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported. Esto significa que estas obligado a reconocer el autor de esta traducción al español, es decir, a mi, Ramón Ignacio Felipe Marcet. No puedes hacer obras derivadas ni sacar provecho económico de esta traducción.

PREFACIO

Al ofrecer al público esta pequeña obra, se ha intentado poner al alcance de las personas jóvenes una ciencia para la cual ningún escritor inglés ha presentado todavía ninguna forma familiar y fácil de aproximación. La autora está lejos de inferir que esta obra tenga el mismo e inesperado éxito que su elemental obra de Química, pero sí espera que esta sea recibida con igual indulgencia. La Económica Política, aunque inmediatamente conectada con la felicidad y el progreso de la humanidad, y que es objeto de mucha controversia y conocimiento entre los hombres sabios, todavía no se ha convertido en una ciencia popular y no está considerada como un estudio esencial para la educación en las primeras etapas. Por ello, esta obra, independientemente de todos sus defectos, tendrá que luchar contra la búsqueda de los jóvenes de ambos sexos de lo novedoso, para la instrucción de los cuales se ha pretendido. Sin embargo, si resulta útil, y sí, sobre todo, las doctrinas que contiene debieran parecer suficientemente bien explicadas, la autora estará contenta si este intento no es juzgado severamente. La autora espera que sea recordado que, al diseñar el plan de esta obra, en gran medida se vio obligada a seguir el camino que se había fijado, y que apenas tenía otra guía para ver la materia que la recolección de sus propias impresiones que ella misma experimentó cuando dirigió su mirada hacia ella por primera vez. Y todo ello a pesar de que recibió una gran ayuda de la amabilidad de unos pocos amigos, que revisaron su borrador y lograron acompañarla en la profundización de la temática.

Sobre los principios y los materiales de esta obra, es tan obvio que han sido obtenidos de los escritos de grandes maestros que han tratado esta materia, y muy especialmente de los del doctor Adam Smith, del señor Malthus, del Sr. Say, del Sr. Sismondi, del Sr. Ricardo y del Sr. Blake, que la autora no ha pensado que sea necesario llenar estas páginas con reconocimientos repetidos e incesantes referencias.

Para aquellos para los que la materia no es nueva, unas pocas de las cuestiones más abstrusas y controvertidas de Economía Política han sido totalmente omitidas, y otras han sido enunciadas y discutidas sin que se haya deducido ninguna conclusión positiva. Este es un efecto inevitable adicional, no sólo al limitado conocimiento de la autora, sino también de la dificultad real de esta ciencia. Sin embargo, en general, cuando una doctrina parece estar establecida a conciencia, la he incluido sin ningún exceso de precaución o reserva, y con el sólo objeto de difundir verdades útiles.

A menudo ha sido objeto de duda entre los consejeros literarios de la autora la forma de diálogo en que fue escrito el libro Conversaciones sobre Química, y si sobre debería ser mantenida en este ensayo. Sin embargo se decidió hacerlo así, no tanto por mantener una estricta uniformidad del intelecto en los comentarios del alumno —un intento que podría impedir el esclarecimiento de la materia— sino más bien porque los comentarios del alumno dan la oportunidad de introducir objeciones, y de hacer preguntas y respuestas que a uno mismo se le ocurrirían, lo que da un carácter más didáctico a la obra. Se observará que, según esto, la forma coloquial no está aquí confinada a una mera intersección del argumento con preguntas y respuestas, como se hace en los libros escolares comunes, sino que las preguntas son, generalmente, el vehículo de algunas observaciones que contribuyen a ilustrar la materia y, de hecho, son se levantan en la mente de los jóvenes inteligentes, fluctuando entre el impulso de su corazón y el progreso de su razón, y que naturalmente los jóvenes están imbuidos en todos los perjuicios y los sentimientos populares de la benevolencia uniforme.

Conversación 1

CONVERSACIONES SOBRE POLÍTICA ECONOMICA EN LA QUE LOS ELEMENTOS DE ESTA CIENCIA SON EXPLICADOS CON CLARIDAD.

SEXTA EDICIÓN REVISADA Y AGRANDADA (London: Longman, Rees, Orme, Brown, and Green, 1827).

AUTOR: Jane Haldimand Marcet



De este libro existen pocas fuentes en internet, en concreto yo solo he encontrado tres: Internet Archive, Hathi Trust Digital Library y The Online Books Page,
 

Este libro de la autora fue uno de los primeros intentos en la historia de las publicaciones económicas en popularizar las ideas del libre mercado para la gente trabajadora ordinaria. Apareció por primera vez en 1816, fue agrandada y reimpresa en 1827 y fueron publicadas seis ediciones (lo que da una idea de su poopularidad). Pero con el devenir de los años fue cayendo en el olvido.

Licencia de Creative Commons

Este texto en inglés es de dominio público en todos los países, y esta traducción está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported. Esto significa que estas obligado a reconocer el autor de esta traducción al español, es decir, a mi, Ramón Ignacio Felipe Marcet. No puedes hacer obras derivadas ni sacar provecho económico de esta traducción.


Conversación 1

Errores que salen de la total ignorancia de la gente — ventajas resultantes del conocimiento de sus principios — dificultades para ser superadas en este estudio.

Señora B. – Diferimos mucho sobre el mérito del pasaje que mencionaste esta mañana que no puedo dejar de sospechar de alguna inexactitud en la cita.

Carolina — Entonces déjeme leérselo. Sucede inmediatamente después del regreso de Telémaco a Salento, cuando él expresa a Méntor su asombro ante los cambios que han tenido lugar desde su anterior visita. Telémaco dice: “¿Ha pasado alguna desgracia a Salento en mi ausencia? El esplendor y la magnificencia en que dejé la ciudad han desparecido. No he visto ni plata, ni oro, ni joyas. Los hábitos de la gente son sencillos, los edificios son más pequeños y más simples, el arte languidece y la ciudad se ha convertido en un desierto.” — “¿Has observado,” replicó Méntor con una sonrisa, “el estado del campo que rodea la ciudad?” — “Sí,” dijo Telémaco, “me he dado cuenta de que la agricultura se ha convertido en una profesión honorable, y que no hay ninguna parcela de terreno sin cultivar.” — “¿Y qué estado es mejor,” contestó Méntor,” una ciudad magnífica con mucho mármol, oro y plata pero con un campo estéril y sin cultivar, o un campo totalmente y bien cultivado, tan fructífero como un jardín, con una ciudad donde la decencia ha sustituido a la pompa? Una ciudad llena de artesanos, que trabajan sólo para los buenos modales de los afeminados, facilitando las cosas superfluas del lujo, rodeado de un campo pobre y sin cultivar, se asemeja a un monstruo con una cabeza de gran tamaño, y un cuerpo marchito y enervado, sin belleza, vigor o proporción. La fuerza genuina y las riquezas verdaderas de un reino consisten en un número de gentes y la plenitud del abastecimiento. Un gran número de personas ahora cubren todo el territorio de Idomeneo, el cuál cultivan con diligencia incansable y asiduidad. Sus dominios pueden ser considerados como el de una ciudad, en la cual Salento es el centro. La gente que antes faltaba en los campos y sobraba en la ciudad, los hemos trasladado de la ciudad al campo."

[Esta línea argumental sigue las ideas de Jenofonte en su Económico, que valora mucho el trabajo manual como productor de riqueza, y especialmente el trabajo en el sector primario. Es contraria a la idea de Richard Cantillón, que la expuso en su Ensayo sobre el comercio en general, de que los gustos y caprichos de los consumidores, especialmente de los ricos, dan de comer a una gran parte de trabajadores (N. del T.)].

Bueno, ¿tengo que continuar? He leído lo suficiente como para darme cuenta que Mentor está en lo cierto.

Señora B. — Yo todavía persisto en mi opinión. Para algunos los sentimientos en dichos pasajes son perfectamente correctos, aunque el principio general en el que se basan, que las ciudades y el campo prosperan el uno a expensas del otro, pienso que es bastante erróneo. Al contrario, estoy convencida que las ciudades florecientes son el medio de fertilizar el campo que las rodea. ¿Ve usted algún campo sin cultivar cerca de Londres? ¿O puede usted ver un país altamente desarrollado sin grandes ciudades? O de otro lado, ¿no es más común ver ciudades en decaimiento rodeadas de tierras yermas y mal cultivadas? La púrpura y el oro de Tirón durante la prosperidad de los fenicios, lejos de privar a los campos de sus obreros, obligó a esa nación a colonizar nuevos países como una provisión para su exceso de población?

[Recoge el pensamiento de Adam Smith al comienzo del capítulo 1 del libro tercero de La riqueza de las naciones: “El gran comercio de cada nación civilizada se produce entre los habitantes de la ciudad y los del campo. Consiste en el intercambio de mercancías rudas por productos manufacturados, bien sea el intercambio tal cual, bien mediante el dinero, o mediante algún tipo de papel que represente dinero. El campo suple a la ciudad con sus medios de subsistencia y las materias primas para las manufacturas. La ciudad paga ese suministro enviando de vuelta una parte de las manufacturas producidas en la ciudad a los habitantes del campo […] Sin embargo, siguiendo este argumento, no podemos imaginar que las ganancias de la ciudad son las pérdidas del campo. Las ganancias de ambas son mutuas y recíprocas” (nota del traductor)].

Carolina: — Eso está muy lejos de ser un ejemplo.

Señora B:  — Si lo deseas ver en un período posterior, compara el antiguo floreciente país de Fenicia con su mísero estado actual descrito con tanta viveza por Volney en sus viajes.

Carolina: — ¿No ha sido ese estado mísero producido por revolucions violentas y que, durante el transcurso de los siglos han empobrecido ese país, y no es eso una consecuencia de la detestable política de sus actuales gobernantes? Pero en el orden natural e impeturbable de las cosas, ¿no es cierto que cuanto mayor sea el número de trabajadores de un reino, después del ejemoplo de Idomeneo, que sean obligados a abandonar la ciudad para trabaja en el campo, mejor estará el campo cultivado?

["El orden natural e impeturbable de las cosas" es un concepto antievolucionista (por decirlo así) en que las cosas no pueden mejorar y, por lo tanto, la situación de la sociedad decimonónica es un "máximo económico" de bienestar, es decir, una situación en la que cualquier cambio es siempre a peor. La situación es inmejorable, sí que cualquier cambio social solo puede conducir a una situación peor. Veáse el concepto de máximo de una función matemática].

Señora B: — Yo no pienso lo mismo. Mi opinión, al contrario, es que la gente obligada a abandonar la ciudad no encontrará trabajo en el campo.

Carolina: — ¿Y por qué no?

Señora B: — Porque ya habrían tantos trabajadores en el campo como empleos.

Carolina: — En Inglaterra es posible que este sea el caso, ¿pero sucedería lo mismo en otros países muy mal cultivados?

Señora B: — Pienso que así sería.

Carolina: — ¿Quieres decir que si a un país está mal cultivado se le proporcionara un número mayor de trabajadores, éste no mejoraría? Debes saber que esta afirmación necesita una explicación.

Señora B: — La necesita, y quizás más de lo que imaginas. Pero no podrás entender mejor este tema sin tener algún conocimiento de los principios de la economía política.

Carolina: — Estoy muy apenada de oir eso, ya que confieso que le tengo un poco de antipatía a la economía política.

Señora B: — ¿Estás segura que comprendes lo que significa la economía política?

Carolina: — Creo que si, ya que es a menudo el sujeto de muchas conversaciones en casa, pero me parece que es el tema menos interesante de todos. Trata de las aduanas, del comercio, de los impuestos, del contrabando, del dinero-papel, del comité de acuñación de monedas, etc., y de cosas de este estilo de las cuales no puedo oir hablar sin bostezar. Entonces se produce una eterna referencia a los trabajos de Adam Smith, cuyo nombre no se pronuncia nunca sin un profundo respeto, y casi una veneración religiosa, así que un día me decidí a hojear su trabajo sobre Economía Política [se refiere a la Riqueza de las naciones] para obtener alguna información sobre el tema de los granos, pero con prevenciones, lamentaciones, impuestos, desventajas y precios máximos, estaba tan sobrepasada por un argot de términos inteligibles que, después de leer unas pocas páginas, arrojé el libro bien lejos desesperada, y decidí conformarme con mi humilde ignorancia. Así que si tu argumento respecto a las ciudades y los pueblos está relacionada con la economía política, me imagino que tendré que perder este punto en disputa sin entenderlo.

[No soy un traductor profesional, y menos de obras de casi 200 años de antigüedad, con palabras que ha cambiado de significado, por lo que hay términos que ni sé traducir ni aparecen ya en los diccionarios online de internet. No he sabido traducir correctamente las palabras forestalling, regrating (ésta puede ser un errata por regreting) y drawbacks, que traduje por prevenciones, lamentaciones y desventajas, respectivamente. En el libro en ocasiones aparece Political Economy y, en otras, en minúscula, political economy. Conservo las mayúsculas y las minúsculas tal como aparecen. En aquellos tiempos, a la Economía se la llamaba Economía Política, y, por tanto, son términos sinónimos].

Señora B: — Entonces bien, si te quedas satisfecha con tu ignorancia sobre la economía política, debes tomar una decisión y, como mínimo, abstenerte de hablar sobre el tema, ya que no puedes hacerlo de ningún modo.

Carolina: — Oh, eso, te aseguro, requiere muy poco esfuerzo. Sólo desearía estar segura de que nunca oiré hablar de ese tema mencionado tanto como estoy segura de que nunca lo mencionaré.

Señora B: — ¿Recuerdas con qué entusiasmo te reías del pobre señor Jordan en El Burgués Gentilhombre, cuando descubrió que había estado hablando en prosa durante toda su vida sin saberlo. [El burgués gentilhombre es una comedia de Molière de 1670]. Bien querida, a  menudo hablas de economía política sin saberlo. Hace unos días te oí hablar de la peliaguda cuestión de la escasez de grano; y debo confesar que tu veredicto estaba en perfecta consonancia con tu actual confesión de ignorancia.

Carolina: — En verdad yo sólo repito lo que he oído de gente muy seria, que los granjeros tienen una enorme cantidad de cereales, y que si fueran obligados a llevarlo al mercado no habría escasez, y que, teniendo en cuenta su propio interés, deberían guardarlo para subir el precio. Seguramente comprender esto no necesite un conocimiento de la economía política pues basta con hablar claro de un tema tan común y tan interesante como la primera necesidad de la vida.

Señora B. — La misma circunstancia de su interés general la hace una de las más importantes ramas de la economía política. Desgraciadamente para tu propósito, esta ciencia se disemina en tantas ramas que raramente escucharás una conversación entre gente de mente liberal sin alguna referencia a ella. No fue sino ayer que acusastes a los fabricantes de Birmingham de crueldad e injusticia con sus trabajadores, y afirmastes que el nivel de los salarios debe ser fijado por ley en relación al precio de las provisiones; de este modo los pobres no sufrirían por un aumento en el precio del pan. ¿Oso afirmar que tu pensastes que hicistes una afirmación muy racional cuando dijiste eso?

Carolina: — ¿Y estaba yo equivocada? Empiezas a excitar mi curiosidad, señorita B. ¿Piensas que debo ser tentada a estudiar esta ciencia?

Señora B: — No lo sé. Pero no tengo duda de que te convenceré de tu incapacidad de entrar en muchos temas de conversación general mientras permenezcas en la total ignorancia del mismo, y esta ignorancia te expondrá al ridículo. Durante los disturbios de Nottingham, oí muchas conversaciones que condenaban la invención de las máquinas [veáse ludismo en internet] que, mediante la reducción del trabajo, enviaron a muchos hombres al desempleo. Tu opinión estaba fundada sobre principios eróneos de benevolencia. Resumiendo, querida, hay tantas cosas más o menos conectadas con la ciencia de la economía política que, su sigues con tu decisión, te condenas a ti misma al silencio perpetuo.

Carolina: — Al menos podré hablar de temas como los vestidos, pasatiempos y otros temas femeninos.

Señora B: — He oido hablar de cosas en un grado no insignificante que manifiestan la ignorancia sobre política económica en una conversación sobre vestidos. "Qué lástima", dijo una, "que el encaje francés deba ser tan caro. Por mi parte, no tengo escrúpulos en contrabandearlo. Realmente debe ser una gran satisfacción engañar a la aduana". Otra se preguntaba si podría reconciliar el contrabando con su conciencia. Pensaba que el encaje francés y las sedas, todas las mercancías francesas deberían ser totalmente prohibidas. Hasta tal punto que estaba determinada en no llevar nade de procedencia extranjera, aunque fuera muy hermoso; y que era una pena animar a la importaciones de bienes bienes manufacturados extranjeros mientras nuestros propios pobres se morían de hambre.

Carolina: — ¿Qué falta encuentra usted en la última opinión? Creo que está repleta de humanidad y patriotismo.

Señora B: — No pongo en cuestión la benevolencia de la señora, pero sin el conocimiento para guiar y conducir la regulación de los sentimientos, las mejores intenciones se frustarán. La ciencia de la economía política está intimamente conectada con los hechos diarios de la vida, y en esto difiere materialmente de la química, la astronomía y la electricidad. Los errores cometidos en las últimas ciencias mencionadas pueden tener muy poco efecto en nuestra conducta, mietras que la ignorancia de la primera puede llevarnos a cometer serios errores prácticos.

No hay casi ninguna historia sobre viajes que no abunde en hechos y opiniones que no puedan ser entendidos sin algunos conocimientos previos de los principios de la economía política. Más aún, si el autor es ignorante en este conocimiento, te veras propenso a adoptar sus errores a causa de tu incapacidad para detectarlos. Este fue tu caso al leer a Telémaco. La ignorancia de los principios de la economía política se puede encontrar en algunos de los más elegantes y sensatos de nuestros autores, especialmente entre los poetas. Esa bella composición de Goldsmith, La aldea desierta, está llena de errores, y debido a su gran popularidad, es el responsable de llevar a conclusiones erróneas a los mal informados.

Carolina:  — Casi me arrepentería de aprender cualquier cosa que reduciría ese bello poema que tanto valoro.

Señora B: — Su mérito intrínseco como poema es bastante suficiente como para expiar cualquier infracción de los principios científicos. La verdad no es, como sabes, esencial para la belleza poética; pero es esencial que seamos capaces de distinguir entre la verdad y la ficción.

Carolina: — Bie, después de todo, señorita B., la ignorancia de la economía política es una deficiencia muy excusable en las mujeres. Si este es un tema que el Gobierno debe corregir los errores y perjuicios que existen contra él, y como nosotras nunca vamos a ser legisladoras, ¿no deberíamos permanecer en la feliz ignorancia de las maldades ya que no tenemos poder para ponerles remedio?

Señora B: — Cuando defiendes tu ignorancia tengo una fuerte presunción de que estás equivocada. Si hubiera un conocimiento más amplio de la economía política se evitaría que las mujeres propagaran errores y entonces, ninguna verdad trivial sobreviviría. La niñez se pasa adquiriendo ideas, la adolescencia discriminándo y rechazando las falsas, así que nosotros deberíamos facilitar esta tarea disminuyendo el número de errores que los jóvenes absorben e inculcándoles las ideas verdaderas.

Carolina: — No creo que quieras enseñar economía política a los niños.

Señora B: — Desearía que las madres fueran tan competentes para enseñarsela, que los chicos no tuvieran nada que desaprender, y si pudieran transmitir las lecciones de economía política tal como la señorita Edgeworth explica en su historia de Cherry Orchard, ninguno, tal como creo, creería que esta información está más allá de la capacidad de la juventud.

Carolina: — Creo que recuerdo esa historia perfectamente, pero no creo que en ella haya una sola palabra de economía política.

Señora B: — El autor, juiciosamente, ha evitado nombrar esta ciencia, pero ese pequeño cuento contiene una exposición simple y bella de la división del trabajo, el mérito de la cual apreciarías más si estuvieras familiarizada con su aplicación a la economía política. Quizás también querrías permitir a los chicos oir la historia del Rey Midas, que convertía en oro todo lo que tocaba.

Carolina: — ¿También es esa una lección de economía política? Pienso, señorita B., que tienes el arte de convertir todo lo que tocas en esa ciencia.

Señora B: — No es mi arte, sino la naturaleza real de las cosas. La historia del Rey Midas demuestra que el oro sólo no constituye la riqueza, y que sólo es valioso en la debida proporción con las más valiosas producciones de la tierra. [Esta idea de que la tierra (y el trabajo humano) son los principales factores de producción sigue la línea desde Cantillón a Adam Smith. El capital no será considerado un factor de producción hasta finales del siglo XIX].

Carolina: — Los niños no entenderán estas historias a menos que les expliques su aplicación a la política económica. Les tienes que dar la moraleja de la fábula.

Señora B: — La moraleja es la única parte de la fábula que los niños nunca leen; y en esta ellos tienen razón, porque el principio está más allá de su comprensión. La entenderán conforme vayan creciendo. La juventud es el período de sembrar la semilla, no el de forzar el fruto. Debes esperar al momento oportuno si quieres recolectar una cosecha madura y plena.

Carolina: — Bien, mi querida señorita B., ¿que debo hacer? Sabes que soy una fanática de la instrucción y no le temo a los problemas. Debes recordar con qué placer estudié química. Si puedes persuadirme que la economía política es tan interesante y no más difícil, te pediría que me enseñes. ¿Hay algún tratado sobre el tema? ¿O puedo tomar lecciones de algún maestro? No me animo a estudiar libros científicos por la dificultad de la terminología: cuando estudias una ciencia nueva es difícil entenderlo la primera vez.

Señora B: — El lenguaje de uan ciencia es, con frecuencia, su parte más difícil, pero en la economía política hay pocos términos técnicos, y los comprenderás facilmente. Más aún, ya tienes una considerable cantidad de información sobre este tema, pero tus nociones son bastante confusas e irregulare, una mezcla de verdades y errores, así que tu ocupación será seleccionar, separar y metodizar los que ya conoces, más que adquirir unas pocas ideas nuevas.No está en mis manos recomendarte un maestro sobre este tema. Sólo se enseña en clases públicas en las universidades, y en Londres. solo el señor Macculloch quien, tanto en sus leccciones como en su claro método de enseñanza, ha contribuido tanto la progreso de esta ciencia.

La economía política ha progresado mucho en los últimos años; además del celebrado tratado del señor Adam Smith, quién podría ser considerado como el padre de esta ciencia, se han publicado varios trabajos excelentes por el señor Say, el señor Ricardo, el señor Malthus, el señor Sismondi, el señor Senior y otros. Pero es cierto que sus obras no son muy fáciles para los que empiezan.

Carolina: — ¿Que debo hacer entonces? No puedo acudir a esas clases y me temo que nunca tendré el coraje de emprender el estudio de estos tratados que tu misma reconoces que son difíciles.

Señora B: — Quizás pueda facilitarte el camino. He tenido la buena suerte de pasar una gran parte de mi vida en una sociedad en la que esta ciencia ha sido un tema frecuente de conversación, y el interés que tuve me ha llevado a estudiar sus principios en las obras de los mejores escritores de esta materia.Pero para ser justos te debo decir que no comence mis estudios abriendo cualquier libro al azar, o consultando la obra de Smith en un punto cualquiera antes de que yo hubiera examinado su plan o entendido su objetivo. Yo sabía que para aprender debía empezar por el principio, y si tú eres de la opnión de que mi experiencia puede servirte de algo, y si estarás contenta de recibir una explicación de forma familiar de los temas que los hombres de reconocido prestigio han debatido o investigado, intentaré guiarte por los primeros elementos de esta ciencia sin presumir, sin embargo, de penetrar en las partes más abtusas.


Carolina: —Bien entonces, estoy bastante decidida a intentarlo; eres muy buena conmigo, señora B, por permitirme ser otra vez su pupila. Sin embargo, tiene usted mucha indulgencia, pues nunca he tenido miedo de exponer mi ignorancia, a pesar de que creo que someteré tu paciencia a pruebas muy severas.